domingo, 21 de enero de 2018

Guía práctica (y personal) de cosas rutinarias que nos sorprenden a los andaluces en Francia.

Hoy, día de estancia con las familias de acogida, vamos a contar algunas cositas que nos chocan de estos lares galos. No es una lista cerrada ni contrastada. Esto es así, "a bote pronto". Lo que nos hemos ido encontrando en este día y medio.

Lo primero son las horas de comida. Cambian mucho de manera que cuando nosotros no tenemos hambre, acá se almuerza o se cena. Mientras que cuando ya sí tenemos apetito, aquí no toca comer. Aquí todo es antes y allí todo es después. Esto suele tener consecuencias sobre la hora de ir a la cama. 

Otra diferencia que salta a la vista nada más llegar a una casa francesa es la separación entre el WC, la taza del váter, y el resto del cuarto de baño. Nosotros todo lo juntamos en un cuarto y ellos lo separan en dos: por una parte, donde llevar a cabo temas de evacuación corporal y, por otra, el aseo y la higiene personal.

También se nota todo más silencioso. Aunque haya mucha gente, el sonido ambiente es considerablemente más bajo.

La relación profesor-estudiante. Nosotros somos Luis y Paco. Ellos son Madame Duran y Monsieur Mary. Nosotros nos acercamos más en el trato, mientras que en Francia hay "una distancia" entre profesorado y alumnado.

El color del cielo también cambia. Por aquí, como en toda centroeuropea, domina la escala de grises... Un día más metálico, otro menos plomizo... Gris, al fin y al cabo. Se echa de menos nuestra gama de celestes y azules.

Y ya, por último en clave esteponera, la existencia de un aparato esencial en cualquier casa: el calefactor. Aquí os dejo el de mi habitación. ¡Le adoro!





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